Lo confieso: no soy muy de revistas. Ya de más pequeña, cuando mis amigas leían la Superpop (luego se pasaron a la Loka), yo pasaba del tema. Veía de una estupidez soberana el gastar dinero (para mi pobre paga de entonces era un gran derroche) en estas cosas de chicas estúpidas. Aunque sí es cierto que si no leías la Superpop (o alguien te lo contaba) estabas perdida en el recreo del Instituto.
Aun así, yo prefería cogerme un libro y pasar las horas muertas con él (aunque también reconozco que tampoco tenía tantas: entonces andaba aún pluriempleada entre las diversas clases de música, las bandas y banditas, y la gimnasia rítmica). Tampoco se me ocurrió entonces la Superpop por otra revista algo más productiva, por ejemplo, cambiar a los chicos por el cine.
No fue hasta llegar a la Facultad de Comunicación cuando caí en la cuenta de que las revistas no sólo existen, sino que son un mercado importante. Me forcé a conocer un poco más alguna, pero de momento no ha dado mucho resultado. Lo triste es que, a medida que avanza la carrera, me doy más cuenta de que la mayoría no están para nada bien escritas (por no hablar de las faltas garrafales que tienen algunas), debido seguramente al perfil de sus trabajadores y a sus rutinas de trabajo.
En general, pocas dicen algo más allá de un puñado de intereses comerciales. No digo que no lo hagan: de algo tienen que vivir, pero digo que van a “lo fácil”, para no tener que “perder el tiempo” en ir mucho más allá a buscar información. Muchas veces es simplemente cuestión de falta de tiempo y personal, pero eso es otro tema.
Sobre mi experiencia como lectora, algunas veces he leído la Fotogramas, con la esperanza de colmar mis ansias de saber más de cine, pero creo que mis ansias se quedaron con las ganas. Primero porque, ilusa de mí, esperaba encontrar una revista con mucha información, o sea, mucha letra, y en lugar de eso me topé con un formato explosivo cuya finalidad principal, no podía ser de otra manera, es llamar la atención: grandes titulares impactantes (muchas veces rayando el sensacionalismo); enormes fotos de las películas hollywoodienses que pisan la cartelera no sólo fuerte, sino rebosantes de presupuesto; colorinchis y, sobre todo, que no falte, chismorreos banales.
El tema de la publicidad merece un punto y aparte, pero no os voy a contar nada que no sepáis ya. ¿Qué esperáis de una revista popular que llega a un gran público y muy variado, con tirada internacional y, además, una longeva vida de más de medio siglo? Sus páginas son un desfile de estrenos comerciales recién horneaditos y listos sobre el mostrador, esperando a venderse como rosquillas. Olvidaos de interesantes películas independientes, y nada de bajo presupuesto (bueno sí, de vez en cuando alguna “menos rara”, para poder decir que también hablan de “cosas frikis”), y por supuesto olvidaos de todo lo que esté más allá de Hollywood y, bueno, si me apuras, incluida también Europa (por esto de que la revista tiene ascendencia francesa y tienen que venderla aquí).
Sí, lo sé, he ido a la peor revista para encontrar lo que buscaba: hay muchas otras interesantes (o al menos más que esta), como la Cahiers du cinema, pero, por alguna razón, no terminan de convencerme. En fin, seguro que hay un mundo más allá de mis narices y que, por supuesto, aún no conozco. Como dicen los caramelos con sorpresa: Try again. Creo que seguiré intentándolo.
Aun así, yo prefería cogerme un libro y pasar las horas muertas con él (aunque también reconozco que tampoco tenía tantas: entonces andaba aún pluriempleada entre las diversas clases de música, las bandas y banditas, y la gimnasia rítmica). Tampoco se me ocurrió entonces la Superpop por otra revista algo más productiva, por ejemplo, cambiar a los chicos por el cine.
No fue hasta llegar a la Facultad de Comunicación cuando caí en la cuenta de que las revistas no sólo existen, sino que son un mercado importante. Me forcé a conocer un poco más alguna, pero de momento no ha dado mucho resultado. Lo triste es que, a medida que avanza la carrera, me doy más cuenta de que la mayoría no están para nada bien escritas (por no hablar de las faltas garrafales que tienen algunas), debido seguramente al perfil de sus trabajadores y a sus rutinas de trabajo.
En general, pocas dicen algo más allá de un puñado de intereses comerciales. No digo que no lo hagan: de algo tienen que vivir, pero digo que van a “lo fácil”, para no tener que “perder el tiempo” en ir mucho más allá a buscar información. Muchas veces es simplemente cuestión de falta de tiempo y personal, pero eso es otro tema.
Sobre mi experiencia como lectora, algunas veces he leído la Fotogramas, con la esperanza de colmar mis ansias de saber más de cine, pero creo que mis ansias se quedaron con las ganas. Primero porque, ilusa de mí, esperaba encontrar una revista con mucha información, o sea, mucha letra, y en lugar de eso me topé con un formato explosivo cuya finalidad principal, no podía ser de otra manera, es llamar la atención: grandes titulares impactantes (muchas veces rayando el sensacionalismo); enormes fotos de las películas hollywoodienses que pisan la cartelera no sólo fuerte, sino rebosantes de presupuesto; colorinchis y, sobre todo, que no falte, chismorreos banales.
El tema de la publicidad merece un punto y aparte, pero no os voy a contar nada que no sepáis ya. ¿Qué esperáis de una revista popular que llega a un gran público y muy variado, con tirada internacional y, además, una longeva vida de más de medio siglo? Sus páginas son un desfile de estrenos comerciales recién horneaditos y listos sobre el mostrador, esperando a venderse como rosquillas. Olvidaos de interesantes películas independientes, y nada de bajo presupuesto (bueno sí, de vez en cuando alguna “menos rara”, para poder decir que también hablan de “cosas frikis”), y por supuesto olvidaos de todo lo que esté más allá de Hollywood y, bueno, si me apuras, incluida también Europa (por esto de que la revista tiene ascendencia francesa y tienen que venderla aquí).
Sí, lo sé, he ido a la peor revista para encontrar lo que buscaba: hay muchas otras interesantes (o al menos más que esta), como la Cahiers du cinema, pero, por alguna razón, no terminan de convencerme. En fin, seguro que hay un mundo más allá de mis narices y que, por supuesto, aún no conozco. Como dicen los caramelos con sorpresa: Try again. Creo que seguiré intentándolo.
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