lunes, 10 de mayo de 2010

Agradable comidilla en las nubes

Estaba yo en una famosa tienda de pósters en Barcelona cuando apareció. Entonces me dije: “¡para mi hermana! No puede ser de nadie más”. Pasé rato y rato mirándolo hasta que finalmente decidí que no debía dejarme llevar por impulsos consumistas y me convencí de que aquello lo era. Pero, ¿sabéis lo que es sentirse atraído por algo, desecharlo, y continuar días y días sin poder quitártelo de la cabeza? Pues algo así hice yo. Más bien diría que pasaron semanas hasta que por fin volví a la tienda (eso sí, con la excusa de comprar un regalo, que todo hay que decirlo…). Y cayó… No lo pude remediar.


Vosotros diréis, “¡vaya tontería! Un póster más de los miles que han vendido como churros los actores (mejor dicho, productores y toda clase de buitres…) de otra más que popular serie norteamericana”. Pues sí, en el fondo no deja de ser eso. Pero me llamó la atención. Para empezar, visualmente me resulta muy atractivo. Por supuesto, nada más verlo me vino a la cabeza la imagen del famoso Lunch atop a skyscraper del no tan conocido Charles C. Ebbets (digo esto porque hasta 2003 la foto se adjudicaba a un tal “anónimo”). Qué queréis, me hizo gracia. Siempre me ha gustado esa foto, no me preguntéis por qué. Sin embargo, parece tan ficticia como el póster de mi hermana. Eso es lo que más me chocó cuando finalmente lo compré. No podía dejar de mirarlo y me dio por pensar en este razonable parecido de artificialidad.


Lunch atop a skyscraper, Charles C. Ebbets

Si esta foto hubiera sido tomada hoy, poca gente dudaría de que está hecha a golpe de Photoshop, como yo no dudé de la enorme pantalla de croma que había hecho las veces de fondo en el póster de nuestros friends. Pero ¿y en 1932? (concretamente, el 29 septiembre, desde el Rockefeller Center de Nueva York). ¿Cómo se las ingeniaría Ebbets para crear esta ilusión óptica tan perfecta? Porque me niego a creer que los obreros neoyorquinos del 32, por mucho que no estuvieran rodeados del “insistente” personal de riesgos laborales, almorzaran tranquilamente cada día sobre una viga a miles de metros sobre el suelo. Ya de paso, me niego a creer que después de su agradable comidilla en las nubes aprovecharan sus 10 minutillos de descanso para echarse una fresquita siestas a ras de cielo (digo fresquita porque desde una 70ª planta, algo de airecito fresco debe de correr. ¡Ríete tú de los que toman la fresca en la puerta de casa!)


Resting on a girder, Charles C. Ebbets
Son imágenes bonitas e impactantes, sí, (no niego el shock que debieron de producir cuando las publicó el New York Herald Tribune en los Estados Unidos convulsos de la época), pero es inevitable que a mí hoy me lleve a reflexionar. En primer lugar por aquella sociedad fácilmente impresionable (no muy diferente en esto a la de ahora, por cierto); pero también en lo irreal de las fotos importantes de entonces, así como las de ahora. Llámalo Photoshop, llámalo ilusión óptica, queramos o no la fotografía ha sido, es y será un truco visual en sí mismo. Hoy nos llevamos las manos a la cabeza por el uso masivo de los programas de retoque, pero lo cierto es que gran parte de las fotografías que han pasado a la Historia por la gran carga simbólica que acarrean fueron trucadas, “provocadas”, o directamente falsas.

Pero bueno, a mí no me importa. Yo contenta con la versión particular del skyscraper de mis friends, llena de photoshop (vamos, el Señor Photoshop en persona), aunque muy agradable para el sentido de la vista; y mi hermana feliz de la vida con el regalo de la “cosmopolita” de su hermana mayor. ¡El que no es feliz es porque no quiere!

2 comentarios:

  1. Indeed, lo conocía, tenías razón :)

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  2. Ya te lo dije! Todo el mundo la conoce, pero como el autor no es conocidillo ni nada, tienes que verla para caer... :)

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